La pandemia del siglo XXI: la falta de Comunicación

Disculpen que sea tan insistente con este asunto (puesto que mi último artículo trataba el mismo tema), pero mi trabajo en la consulta de psicología me permite detectar los problemas más comunes que nos impiden a las personas ser felices en nuestro día a día. El trato con niños, adolescentes, parejas, adultos y con personas mayores, me ofrece una visión variada en cuanto a la edad se refiere, pero a la vez constante en relación a los problemas que padece nuestra sociedad. Y es que hemos avanzado en muchos aspectos de la vida pero estamos retrocediendo en otros, como es el caso de la comunicación.

Pero, ¿qué entendemos por comunicarnos?. No sólo se refiere a hablar del tiempo en un ascensor, a saludar cuando llegamos a un sitio nuevo, a comentar el partido de fútbol de la selección o una película, o a programar las actividades de la semana….comunicarnos es mucho más. No sólo engloba nuestras palabras y oraciones, sino el tono de voz, la entonación, la locución, los silencios, los gestos, las miradas…. Es expresar cómo nos sentimos (sí, hablar de nuestros sentimientos ¡si se practica no es algo tan complejo!), cuáles son nuestra necesidades, deseos, nuestros pensamientos….es tratar “las alegrías y las penas” de temas como las relaciones sexuales en una pareja, las inquietudes ante la vida de un adolescente, los pequeños detalles que nos molestan los unos de los otros… pero para estas cosas, muchos de nosotros seguimos siendo cobardes para afrontar lo que no nos agrada o nuestros sueños, y preferimos seguir envueltos en nuestra rutina de trabajo y de vida.

Las palabras se han quedado anticuadas a favor de las redes sociales, la televisión y los ordenadores, y en muchas ocasiones, recurrimos a ellos para evadirnos de nuestras vidas o incluso para tratar temas que directamente cara a cara no somos capaces de hablar.

¿Qué nos está pasando?, ¿dónde se han quedado aquellas charlas eternas entre dos amigos, entre padres e hijos, o entre una pareja?. Nosotros somos los únicos responsables de recuperar aquellas viejas costumbres o de comenzar a implantarlas en nuestras casas, porque las consecuencias de hacerlo serán beneficiosas en todos los casos. Sentirnos escuchados, comprendidos, apoyados, seguros, amados, confiados… depende en gran medida de este aspecto.

Por tanto, os animo a que dejéis a un lado todas aquellas barreras materiales o psicológicas que os impiden tener una buena comunicación con las personas que os rodean. Os aseguro que si lo hacéis, os alegraréis de haber ganado complicidad entre vosotros.