En los artículos anteriores, he
incidido en la importancia de ser positivos, de saber comunicarnos, de
gestionar nuestras actitudes, de tener habilidad para resolver los conflictos
que surjan a nuestro alrededor, de tener objetivos que encaucen nuestra
vida…pero si realmente nos paramos a pensar, la gran parte (por no decir todas)
de las habilidades mencionadas, se comienzan a desarrollar desde el mismo
momento de nuestro nacimiento, cuando emprendemos nuestros primeros pasos
camino de la socialización.
Según esto, el rol que ejercemos los
adultos sobre los más pequeños, adquiere una importancia tal que va a
determinar en gran medida el desarrollo afectivo y cognitivo de los más
vulnerables de nuestra sociedad: los niños, quienes después serán los motores
de este mundo en el que vivimos.
Por tanto, resulta de vital
importancia que la influencia que ejercemos sobre ellos, sea lo más adecuada
posible para evitar la aparición de conductas desadaptativas en la adolescencia
y la adultez. Pero ¿por qué sucede esto?. Los seres humanos nos desarrollamos
gracias a la interacción de nuestro organismo (genética) con el ambiente
(contexto) en el que nos desenvolvemos. Y es en éste último donde entramos los
mayores, pues como bien expone Bandura, los niños aprenden gracias a la
observación por el denominado “Aprendizaje Vicario”. En un primer
momento evolutivo, ellos adquieren sus propias habilidades y hábitos gracias a
la imitación de las personas que están en su entorno inmediato, los padres o
cuidadores, ampliando el campo de influencia conformen van creciendo e
integrándose en la sociedad a través de la escuela, el juego con los compañeros
de su edad, la relación con otros adultos, etc.
Los niños nos imitan y eso les
permite aprender…….¿nos hemos parado a pensar que en nuestras manos está el
desarrollo de aquellos que van a formar parte de nuestra sociedad en próximos
años?. Mi reflexión me lleva a pensar que no somos conscientes de la
importancia de actuar correctamente, en base a normas y reglas establecidas,
con actitudes adecuadas a cada situación, sabiendo comunicarnos entre nosotros
y mostrando positividad ante la vida. Si no lo aprendemos desde pequeños,
¡¡cómo vamos a pretender serlo de mayores!!
Si la base de nuestro desarrollo
comienza a tener déficits porque nos instruimos de adultos que viven
permanentemente estresados, preocupados, tristes, sin cariño entre ellos,
enfadados, agresivos con los demás, sin ambición……si los niños tienen esos perfiles
como modelos a imitar……aprenderán desde pequeños a ser así y a no saber
adaptarse a los vaivenes que tiene la vida.
La intención de este
artículo es haceros pensar en el papel tan maravilloso que tenemos los adultos
de llevar de la mano a los niños que inician el camino de la vida. Pensemos en
todas aquellas actitudes que aprendimos de nuestros mayores, algunas más
positivas y otras no tanto…..¿queremos que nuestros hijos y aquellos niños con
los que tenemos relación, “hereden” nuestras manías, las malas formas, nuestros
miedos y fobias, y todos los comportamientos que nos han dificultado las
relaciones interpersonales en el día a día?.
Un último ruego. Padres, madres,
abuelos, hermanos, familiares, profesores, amigos, conocidos….todos los que
interactuamos día a día con los niños: analicemos nuestro comportamiento e
intentemos dar lo mejor de nosotros mismos para que los más pequeños tengan un
ejemplo digno al que parecerse cuando sean mayores, que en muchas ocasiones, es
una pena vernos lo mal que lo estamos haciendo.
No lo olvidéis, porque como decía
el psicólogo Haim Ginott "Los niños
son como cemento fresco, cualquier cosa que caiga sobre ellos deja una huella".