Disculpen que sea tan insistente
con este asunto (puesto que mi último artículo trataba el mismo tema), pero mi
trabajo en la consulta de psicología me permite detectar los problemas más
comunes que nos impiden a las personas ser felices en nuestro día a día. El trato
con niños, adolescentes, parejas, adultos y con personas mayores, me ofrece una
visión variada en cuanto a la edad se refiere, pero a la vez constante en
relación a los problemas que padece nuestra sociedad. Y es que hemos avanzado
en muchos aspectos de la vida pero estamos retrocediendo en otros, como es el
caso de la comunicación.
Pero, ¿qué entendemos por
comunicarnos?. No sólo se refiere a hablar del tiempo en un ascensor, a saludar
cuando llegamos a un sitio nuevo, a comentar el partido de fútbol de la
selección o una película, o a programar las actividades de la semana….comunicarnos
es mucho más. No sólo engloba nuestras palabras y oraciones, sino el tono de
voz, la entonación, la locución, los silencios, los gestos, las miradas…. Es expresar
cómo nos sentimos (sí, hablar de nuestros sentimientos ¡si se practica no es
algo tan complejo!), cuáles son nuestra necesidades, deseos, nuestros
pensamientos….es tratar “las alegrías y las penas” de temas como las relaciones
sexuales en una pareja, las inquietudes ante la vida de un adolescente, los
pequeños detalles que nos molestan los unos de los otros… pero para estas
cosas, muchos de nosotros seguimos siendo cobardes para afrontar lo que no nos
agrada o nuestros sueños, y preferimos seguir envueltos en nuestra rutina de
trabajo y de vida.
Las palabras se han quedado
anticuadas a favor de las redes sociales, la televisión y los ordenadores, y en
muchas ocasiones, recurrimos a ellos para evadirnos de nuestras vidas o incluso
para tratar temas que directamente cara a cara no somos capaces de hablar.
¿Qué nos está pasando?, ¿dónde se
han quedado aquellas charlas eternas entre dos amigos, entre padres e hijos, o entre
una pareja?. Nosotros somos los únicos responsables de recuperar aquellas
viejas costumbres o de comenzar a implantarlas en nuestras casas, porque las
consecuencias de hacerlo serán beneficiosas en todos los casos. Sentirnos escuchados,
comprendidos, apoyados, seguros, amados, confiados… depende en gran medida de
este aspecto.
Por tanto, os animo a que dejéis
a un lado todas aquellas barreras materiales o psicológicas que os impiden
tener una buena comunicación con las personas que os rodean. Os aseguro que si
lo hacéis, os alegraréis de haber ganado complicidad entre vosotros.
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